Recuerdo que mi neuróloga, Laura,
me dijo que sería recomendable hacerme una punción lumbar, con el fin de
conocer más a fondo el grado de mi EM, y además, que me ayudaría a la hora de
que me concedieran el tratamiento. Aunque no estaba muy convencida porque, la
verdad, me daba mucho miedo, le dije que al menos quería esperarme a pasar los
exámenes de la universidad. Así que, un martes 3 de julio, me presente en el
hospital a las 8:30 de la mañana, en un principio iba tranquila, y ahora lo
pienso y me entra risa, pero en ese momento, recuerdo que lo pase muy mal.
Antes de mi punción, le tocaba a un hombre de unos 30 años, a las 9:15 aproximadamente
entre yo. Primero me hicieron un análisis de sangre, y ahí ya empecé a ponerme
un poco nerviosa, pedí por favor si me podían poner algo para no notar mucho el
pinchazo, y me aplicaron una crema, algo haría pensé yo. Era el momento, me
tocaba entrar, y yo cada vez más nerviosa. En una misma habitación, mis padres,
las enfermeras y el señor al que le habían hecho la punción antes, intento
tranquilizarme, “no pasa nada” me decía, tranquila, ya veras, todo irá bien.
Por mucho que intentará tranquilizarme, estaba demasiado nerviosa, lloraba y
temblaba, cuando llego Laura, pidió que me dieran un “valium” para relajarme,
aunque sinceramente pensé que sería difícil. La escena era curiosa, el hombre
roncaba porque se había dormido, mis padres intentaban animarme y yo… ¡Yo
lloraba! Cuando por fin había conseguido tranquilizarme un poco, ya estaba en
posición fetal dispuesta a recibir el pinchazo, al final resultó que la crema
si hacía efecto, porque el momento en que la aguja entro, no lo note, fue un
poco duro, y aunque acertaron con el pinchazo, una vez dentro mientras salía el
líquido dolió un poco, por suerte fue rápido. Una vez pasado todo, me hicieron
la prueba de la glucosa, y ya estaba lista para marcharme. En un principio
parecía que todo iba bien, pero en nada, note un fuerte dolor de espalda y
mucho dolor de cabeza, me dijeron que era normal y que era importante que
guardara reposo. Esa tarde vinieron mis amigas a casa con todo un suministro de
chocolate, y estuvieron conmigo, porque sabían que no era un buen día y que lo
había pasado mal.
Al recordarlo, primero pienso que
fue una situación bastante curiosa y luego que es una historia más que contar,
y una prueba más que añadir a mi vida con EM.
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